sábado, 21 de enero de 2017

Mera ficción

Se esfumaron los colores. Tan solo una negrura permanente en una tierra que antaño había sido fértil. Una tierra senil, devastada por el paso de los siglos, ignorada y reducida a cenizas.
                Todos la vieron morir. Quizá murieran antes que ella. Qué más importa eso. La cuestión es que ellos la mataron. Ellos convirtieron su hogar en un infierno del que no pudieron escapar. Y lo peor de todo es que eran conscientes de sus hazañas, de sus destrozos.
                Si tan solo hubieran cambiado su manera de pensar… Pero, ¿cómo iban a hacerlo? Si todos sus sistemas asentaban sus bases en el ansia de poder, en el ansia de querer, de explotar hasta la saciedad los recursos. En definitiva, de hacerse con todo lo que pudieran, sin pensar tan solo un instante en las consecuencias. ¿Para qué, si seguramente no vivirían para sufrirlas?
                Si tan solo hubieran trabajado para hacer de su hogar un lugar, no mejor, sino apacible. Un lugar de convivencia, sin cazas furtivas, sin deforestaciones, sin contaminación, sin sobre pesca… Pero todo eso ya no importa.
                Infértil.
                Así ha quedado su hogar. Vida apenas visible. Aire apenas respirable. Agua apenas potable. Animales al borde de correr la misma suerte por algo con lo que no tuvieron que ver.
                Si tan solo hubieran planteado un sistema diferente. Si tan solo hubieran cambiado la educación. Si tan solo no hubieran procreado de esa forma tan desmesurada…
                Faltaban casas. Faltaba agua, faltaba comida, faltaba dinero que se derrochaba desde las manos de los más afortunados, pero siempre para obtener otros beneficios que imponía aquella sociedad. En la que todo era consumo. Y si no consumías, morías.
                E irónicamente, la máxima conciencia del abuso recaía sobre las clases más humildes de la sociedad. Las que menos tenían, menos querían tener con tal de que el mundo fuese un poco más estable, con tal de que las comunidades tomasen conciencia del desastre inminente del que no podrían escapar.
                No escaparon. Y su hogar tampoco.
                Nada podría volver ahora a ese lugar inhóspito. Lo que antes hubo sido la urbe de la vida, ahora se convertía en un vasto cementerio.
                Aunque, tal vez, pudiera recobrar lentamente lo que una vez aconteció en él. Tendría que recobrarse de todos los males que le han causado. Tendría que volver a empezar desde cero, renovándose, renaciendo como el ave fénix, que tan atractivo resultó para muchas de esas sociedades, pero que, extrañamente, ignoraron la lección de reencarnación que ellos mismos habían creado.
                Quién sabe. Quizás algún día se encuentre una solución. Quizás algún día no sea más que una mera ficción.