Compartí contigo
un triste despertar
cuando el sol del
amanecer era cálido como tu piel
y las olas del
mar suaves como tu mirar.
Sabía que te ibas
aunque no lo quería admitir
pensaba que cada
día me podría divertir.
Eras todo lo que
quería
en un mar de
sufrimiento.
Eras un rayo de
esperanza entre la oscuridad
pero ahora solo
es la oscuridad
lo que perdura
perpetua,
eternamente.
Te deseaba todos
los días
y todos los días
te deseé.
Al acariciar tus
labios y observar tus ojos esmeraldas
capté en un
instante el significado del amor.
Con tu mano en la
mía y tu boca en mi cabello rubio
esbocé los trazos
de un futuro
que solo conocía
felicidad
pero cuando aquel
aciago despertar llegó
todo lo que quedó
fue esa oscuridad.
El reflejo de tus
ojos en el mar
y la mirada ciega
entre las aguas,
el amanecer,
continuo, estático,
ahora siempre
acompañándome.
Nunca viene el
atardecer a quitarme
mis últimos
suspiros.
Sé que el final
llegará con el anochecer,
pero no quiero
separarme de tu recuerdo
que permanece en
el rojo amanecer.
Tus caricias son
de plata como la luna que se fue
cuando aún
quedaba esperanza en mi interior
y la noche de mis
espaldas
mi ilusión no apresó.
Sé que el tiempo
podría curar
mi corazón
malherido
pero lo que no
quiero es esperar
a que mis
recuerdos caigan en el olvido.
Si tan solo
pudiera verte
por unos segundos
más
y recordar tu
belleza
en este mar de
tristeza
que no me deja
respirar.
Pero el destino
quiso que así sea
y tú partiste sin
apenas decirme adiós.
Y me quedé
paralizado frente al mar
tratando de
encontrar
entre todas las
estrellas
el rostro que una
vez tanto llegué a amar.
Se me congela el
corazón
cuando las nubes
se acumulan
y no me dejan
buscarte
y no hay luz que
me rescate
de la más
profunda desesperación.
Yo solo quería
ser feliz a tu lado
y por un tiempo
lo fui,
mas no duró hasta
la eternidad
como esas
personas suelen decir.
Y aquí estoy, en
la orilla
viendo ir y venir
las olas
con las que hace
poco jugábamos
cogidos de la
mano
sin presiones ni
ataduras.
Solos tú y yo.
Y amanece otra
vez
como muchos otros
días,
solo que esta vez
tú no estás
y no quiero
acostumbrarme a tu ausencia.
Vivo por ti
y por ti viviré
no sé si en este
mundo o en el siguiente
no sé si lo
llegaré a saber.
Y sin querer el
cielo cambia de color
y con las manos
temblorosas
veo como se apaga
el sol.
Primero se vuelve
naranja,
luego va viniendo
la oscuridad,
esa misma que
apresa mi corazón
por no poderte
volver a contemplar.
Y poco a poco
salen las estrellas
pero estas no son
las del amanecer.
Salen estrellas
brillantes
que mis ojos no
quieren ver.
y entre ellas te
vislumbro
y susurro tu
nombre con un hilo de voz.
Quiero que me
lleven con ellas
pero el miedo me
apresa el corazón.
Me llamas con la
mano extendida
y alargo la mía
para rozarte la piel.
Mis ojos se
llenan de lágrimas
y me muero al
volverte a ver.
El anochecer
llegó por fin
y con una sonrisa
tiras de mí.
Abrazados entre
las estrellas
con el mar bajo
nuestros pies,
con sonrisas
compartidas
esas que tanto
añoré
y con las manos
entrelazadas
te saludo otra
vez
y te prometo, mi
amor
que nunca más te
dejaré de querer.