domingo, 29 de marzo de 2015

Corazón congelado

Descubrió a lo lejos, sobre la montaña nevada, una tenue luz que se confundía con los destellos del hielo reflejando los haces del sol.
            Dio unos pequeños pasos hacia ella, pero era muy empinada y estaba demasiado lejos. Además, cuanto más se acercaba, más se alejaba la montaña de él. Empezó entonces a correr para no perderla, pero tenía la sensación de que no estaba avanzando nada. Se resignó, por fin, y se dejó caer sobre la tierra cubierta de nieve, despertando del pesado sueño que le había consumido esa noche.
            Se levantó de la cama aturdido, con el cabello revuelto y el corazón agitado. Se desperezó y se sentó sobre el borde tratando de recuperar el aliento. Poco después salió de la habitación para ir a darse una ducha y quitarse el frío del invierno y del sueño. Salió al pasillo y se chocó con Seiya que también iba al baño bostezando.
—¡Ay! Perdóname Shun, acabo de despertar y estoy muerto de sueño —se disculpó.
—No te preocupes, yo también —le sonrió, quitándole importancia—. ¿Vas al baño?Yo iba a darme una ducha.
—Sí, a eso iba —hizo una mueca.
—Entonces iré al otro a ver si está libre.
            Dio la vuelta hacia el otro lado del pasillo y llamó a la puerta del baño que estaba cerrada. Le contestó la voz de Hyoga desde el interior diciéndole que enseguida acababa. Unos minutos después abrió la puerta y salió con la ropa de calle ya puesta y una toalla cubriéndole el pelo. Shun se alegró de verle, pero Hyoga no parecía tener muy buen aspecto: se le notaban los ojos cansados y los hombros abatidos.
—¿Has dormido mal? —Le preguntó preocupado.
—No —contestó, y se fue por el pasillo bajando las escaleras hacia la cocina.
            Shun lo miró alejarse extrañado. Hyoga siempre solía darle los buenos días como mínimo todas las mañanas. Aún así, no le dio mayor importancia y entró para ducharse.
            Bajó un rato después mientras se frotaba el pelo con la toalla y vio que ya estaban todos abajo junto con Saori esperando por él para desayunar.
—Perdón, me alargué demasiado la ducha.
—No pasa nada —dijo Shiryu—. De hecho nos acabamos de sentar.
—¡Sí que pasa! —Exclamó Seiya—. ¡Me muero de hambre!
            Terminaron de desayunar y cada uno se fue por su lado. Shun se puso el la ropa de deporte para salir a correr por el jardín de la mansión mientras Seiya y Shiryu jugaban en el salón con la consola. Sus gritos se escuchaban casi desde fuera del edificio. Cuando cansó de correr, se encontró con Hyoga, quien estaba sentado en los escalones de la entrada con la mirada perdida en el cielo. Se sentó a su lado, pero este pareció no inmutarse.
            Shun se acercó más a él y le posó la mano en el brazo para preguntarle qué tal estaba y captar su atención, pero la retiró inmediatamente sintiendo que un frío glacial cubría la piel del rubio, como si el frío del invierno se le hubiera calado hasta los huesos. Le miró preocupado, pero Hyoga no dio muestras de haberse percatado de ello.
—Hyoga... ¿cómo es que estás tan frío? —Le preguntó.
—¿Lo estoy? —se tocó el cuello con la mano izquierda y se encogió de hombros—. Yo no noto nada.
—Pero lo estás —insistió—. Sé que siempre estás muy frío, pero no tanto como hoy —el rubio no le contestó—. Igual deberías hablar con Atena —al ver que Hyoga no le prestaba atención, le dejó solo no sin mirarle varias veces antes de entrar en la mansión de nuevo.
            Subió las escaleras y pensó en darse una ducha, maldiciéndose a sí mismo por habérsela dado por la mañana sabiendo que luego iba a salir a correr.
—Hoy no tengo el día lúcido —se dijo mientras suspiraba con reproche.

Cayó temprano la noche y con ella llegaron miles de estrellas al cielo. Shun pensó en salir al balcón para contemplarlas durante un largo rato, pero nada más abrir la puerta el frío le hizo temblar y la cerró con rapidez, echándose bruscamente sobre la cama y tapándose hasta la cabeza.
            Sacó un libro de uno de los cajones de su mesita y se puso a leer para pasar el tiempo y no dormirse tan pronto, pero el sueño le fue abordando sin que se diera cuenta.
            Abrió los ojos y se descubrió a sí mismo en un claro cubierto de nieve que rodeaba todo hasta donde alcanzaba la vista a excepción de un cumbre montañosa en mitad de la nada en frente de sus ojos. No había árboles por ninguna parte, ni hierba ni aves cantando ninguna canción. Estaba todo desierto y blanco, y sobre el pico de la montaña brillaba una tenue luz como el reflejo del sol en el hielo.
—Otra vez este sueño —murmuró, y sintió cómo se le congelaban los labios al hablar.
            Caminó con el corazón latiéndole fuertemente y se vio a sí mismo caminando en círculos por el suelo. Cada paso que daba le hacía girar hacia la derecha y no le dejaba avanzar. Cuando por fin se dio por vencido, se echó sobre la nieve y cerró los ojos aguardando al día siguiente.

Fueron pasando los días y todas las noches sufría el mismo sueño. Ese día amaneció con una lluvia espesa y persistente que golpeaba sin descanso los cristales de todas las ventanas de la mansión.
            Shun se levantó con los ojos llorosos y tiritando por el sueño del que se acababa de despertar. Se acurrucó bajo las sábanas para apaciguar el frío, pero entonces tuvo miedo de volver a dormirse y tener de nuevo esa pesadilla donde sus pasos le llevaban siempre al mismo lugar, y salió de la cama dando un fuerte estirón.
            El pasillo estaba vacío y no se escuchaba ni el mínimo sonido, lo cual le extrañó mucho y se pregunto si se habrían ido a alguna parte, pero entonces la puerta de la habitación de Hyoga se abrió y salió Shiryu de ella con expresión sombría. Se acercó a Shun con la mirada baja y le pidió que entrase él también en la habitación.
            Cerraron la puerta tras de ellos y Shun vio que estaban todos allí reunidos, incluído Hyoga, quien se encontraba tumbado boca arriba sobre la cama, con los ojos cerrados y la piel tan pálida como el hielo. Desvió la mirada asustada hacia su pecho y descubrió que el frío le apresaba el corazón con un prisma de hielo que se extendía por todo su cuerpo como ramas congeladas y emitía leves destellos de luz azul y blanquecina.
—¿Qué... qué ha pasado? —Preguntó con terror.
—Seiya le encontró en este estado hace unas horas... —dijo Saori, quien estaba sentada sobre el borde de la cama mientras acariciaba con dulzura la frente de Hyoga—. He intentado sofocar el frío con mi poder, pero ni siquiera he podido derretir un poco del hielo que le ciñe —añadió con culpabilidad.
—Ayer apenas salió de la habitación, solo para comer —dijo Shiryu.
—Y hoy me levanté preocupado por él y vine a su habitación para preguntarle qué le pasaba... y así me lo encontré.
—¿Y qué haremos? —Preguntó con nerviosismo.
—No os preocupéis, caballeros —dijo Saori—. Yo me quedaré a su lado velando por él. Intentaré derretir todo el hielo con mi poder. No os preocupéis —insistió con una sonrisa—. Haré todo lo que esté en mis manos.
            Por el resto del día intentaron hacer como si no hubiera pasado, pero el ambiente de preocupación se sentía aún con los ojos cerrados. Shun estaba tan pensativo que Seiya creyó que le iba a estallar la cabeza, y muchas veces intentó abrazarle para que se calmase, pero Shun siempre le devolvía una sonrisa cargada de tristeza.

La noche llegó como todas las demás. La lluvia seguía repiqueteando contra los cristales con la misma intensidad que el resto del día. Shun se fue a su habitación temprano, pero no se atrevió a dormir todavía. Se tumbó sobre la cama con la mirada perdida en el techo y las manos sobre la cabeza. Entonces, se levantó y salió de su habitación para entrar en la de Hyoga. Saori todavía se encontraba allí velando por la seguridad del rubio.
—Shun —dijo—. Aún no ha despertado —clavó la mirada en el hielo que cubría el corazón de Hyoga.
—Te noto cansada —se sentó a su lado y le acarició el cabello, apartándoselo del rostro—. ¿Por qué no vas a descansar? Yo me quedaré con él para cuidarle —le sonrió.
—No sé qué hacer, Shun. He probado tantas cosas ya... no sé qué le pasa, no sé por qué está así. No entiendo qué podría hacer para salvarle...
—No te preocupes. Ve a descansar, Atena, yo lo intentaré —volvió a sonreírle con más intensidad y Saori le devolvió una sonrisa cansada.
—Está bien. No te agotes demasiado. Mañana volveré a intentarlo —se levantó tambaleante del borde de la cama y Shun la ayudó a sujetarse para que no se cayera.
            Cuando Saori salió de la habitación, Shun dirigió su atención hacia Hyoga y ocupó el sitio donde esta se había sentado. Pasó la mano por la mejilla de Hyoga y la retiró rápidamente por el frío que emanaba de su piel. Haciendo acopio de valor, llevó la mano hacia el corazón de Hyoga y la posó suavemente sobre él, sintiendo cómo el frío se apoderaba también de su cuerpo. Aún así, esta vez no se apartó. Poco a poco, un sueño profundo le fue invadiendo y luchó contra él para poder mantenerse despierto toda la noche, pero a medida que pasaban los minutos este se iba haciendo cada vez mayor.
            Por unos momentos pensó que el hielo que cubría el pecho de Hyoga comenzaba a aumentar de temperatura, por poco que fuera. Entonces, y tras meditarlo, Shun se echó sobre la cama al lado de su amigo y le abrazó todo el cuerpo, apoyando la cabeza sobre el pecho del rubio y cerrando los ojos para una mayor concentración. Su respiración se fue relajando hasta que su mente se sumió en un profundo y frío sueño.

Cuando abrió los ojos, descubrío delante una enorme tierra cubierta enteramente de nieve con una montaña a los lejos desde cuya cima se emitía una tenue lucecilla azulada con destellos como el sol reflejado en el hielo.
            Su corazón se encogió al contemplar, como todas las noches, aquel lugar, y se preguntó de nuevo qué significaba todo aquello y por qué nunca podía moverse hacia la montaña.
            Se armó de valor como había acostumbrado a hacer, aunque con las esperanzas congeladas, e intentó dar un paso, pero este no le dejó avanzar, sino que le obligó a retroceder como si caminase de espaldas. Aún así, el paso que había dado se dirigía hacia la montaña.
            Volvió a dar otro paso, insistente, pero por cada paso que daba hacia adelante, sentía como si diera dos hacia atrás.
            Estuvo intentando acercarse a la luz durante un largo rato, pero al ver que lo único que conseguía era separarse de ella, se echó sobre el suelo, abatido, y cerró los ojos queriendo despertar de aquella pesadilla. Entonces, se acordó de Hyoga y de cómo se había acostado a su lado para salvarle, y algo en su interior le dijo que no debía despertar hasta que lograra alcanzar la cima de la montaña y descubrir qué era lo que emitía esa luz tan hermosa y fría.
            Se levantó y se sacudió la nieve de su ropa. Pensó durante unos instantes y, decidido, se dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección contraria a la montaña, pero sus pasos le llevaban directamente hacia ella, y cada paso que daba para alejarse de la cumbre, equivalía a cientos de pasos que le acercaban con velocidad.
            Después de varios minutos caminando de espaldas, sintió la fría ladera de la montaña contra su espalda y fue entonces cuando se atrevió a darse la vuelta sin temor a regresar al punto de partida o de verla desaparecer ante sus ojos.
            Era mucho más alta de lo que había imaginado, y apenas le alcanzaba la mirada para vislumbrar la cumbre de le montaña congelada. Por ello, sus esperanzas se redujeron otra vez y se apoyó contra la pared de hielo, derrotado, tratando de encontrar la manera de escalar hasta el final.
            Suspiró varias veces y colocó las dos manos sobre le roca intentando aguantar el frío que emanaba de la nieve que la cubría. Cerró los ojos, agotado, y cuando los abrió de nuevo, descubrió ante él una gran escalera de hielo que subía por la montaña hasta perderse en la cumbre. Quedó asombrado y paralizado, al tiempo que su corazón volvía a latir con fuerza. Casi por inercia, apoyó el pie derecho sobre el primer peldaño, pero este resbaló y perdió el equilibrio, cayéndose al suelo.
            Intentó numerables veces comenzar a subir por la escalinata, y cuando por fin había avanzado más de diez escalones tras haber resbalado más de veinte veces, una sonrisa asomó a su boca y se dio fuerzas a sí mismo para continuar. Pero tenía la sensación de que cuanto más ascendía, más resbaladizo se volvía el hielo de los escalones. Así, tuvo que emplear toda su concentración y toda su fuerza en continuar escalando por ellos.
            Mucho tiempo después, y con la respiración agitada y el corazón a mil revoluciones, encontró un saliente al lado izquierdo de la montaña donde se echó a descansar. Clavó la mirada en el cielo azul y comprobó que aún le quedaba más de la mitad de la montaña para conseguir llegar al final. Se tumbó sobre un costado y suspiró con fuerza, cerrando los ojos y dejándose llevar por el despertar. Porque no había nada que desease más en ese momento que despertar bajo las sábanas de su cama y seguir leyendo el libro que guardaba en el interior del cajón.
—Pero no estoy en mi habitación —murmuró—. Estoy en la habitación de Hyoga —suspiró—, tumbado a su lado... para salvarle...
            Notó una molestia en la espalda, a la altura de los omoplatos, que le hizo ponerse de pie. Se dejó llevar por la sensación y cuando abrió los ojos se contempló a sí mismo volando sobre el abismo con unas alas grandes y blancanquísimas moviéndose acompasadamente en su espalda.
            Gritó. Pero no era un grito de terror, de confusión o de vértigo. Era un grito de alegría, como una risa resonante que rebotó contra todos los lugares de su sueño y le devolvió el eco apasionado de su voz.
            Las alas del ángel le hicieron llegar hasta la cima y le posaron suavemente sobre el hielo. Entonces, comenzó a nevar con dulzura y sus alas se fueron borrando de su cuerpo como polvo llevado por el viento. Las vió partir al tiempo que se daba la vuelta y clavaba la mirada en el pórtico congelado que había delante de él, del cual se desprendían destellos de una luz que se asemejaba a los rayos del sol sobre un pedazo de hielo.
            Dio el primer paso hacia él temeroso de que no pudiese alcanzarlo, y comenzó a correr hacia la entrada de la cueva como si le fuera la vida en ello.
—La mía no, pero sí la de Hyoga —murmuró.
            Entró en la cueva sintiendo que las piernas le pesaban y dolían demasiado. Se llevó las manos a las rodillas y las apartó con dolor. Se miró las palmas y vio que se había clavado varios cristales de hielo en ellas, y mirándose las piernas descubrió, con horror, que estas estaban llenas de esos pequeños cristales atravesándole la piel, los cuales ya empezaban a derretirse.
            Aún en ese estado, no dudó y siguió avanzando siguiendo la estela de la luz azulada, la cual se hacía cada vez más intensa. De súbito, se encontró en el interior de una caverna cuyas paredes de roca emitían destellos de luz semejantes las estrellas en el cielo nocturno, y no pudo evitar admirar toda aquella belleza durante unos eternos instantes. Entonces, estas estrellas se fueron juntando por encima de su cabeza y formaron entre ellas una especie de flecha que se movió por el techo de la caverna guiándole hacia una estrecha grieta que había al fondo por donde salía la luz azulada que llevaba tanto tiempo persiguiendo.
            Entró en la gruta y llegó a una caverna mucho más pequeña que la anterior, de apenas unos metros de ancho y alguno más de largo. Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando fijó su mirada en la pared del fondo y descubrió allí a Hyoga, atrapado por sendas ramificaciones de hielo que salían de su pecho constantemente e iban cubriendo toda la pequeña caverna. Su corazón emitía los destellos azulados que en ese momento se le asemejaron a grandes gritos de ayuda que el rubio no lograba pronunciar con sus labios.
—Hyoga —murmuró con la voz quebradiza y las lágrimas resbalándole por las mejillas—. ¿Qué te ha pasado, Hyoga? —Le preguntó, aunque sabía que nadie le iba a contestar.
            Se acercó a él titubeante y notó el río calándosele hasta los huesos, pero eso no le frenó. Alzó una mano para acariciar la fría mejilla de Hyoga y pensó que se iba a quedar sin lágrimas en los ojos para seguir llorando. Se abalanzó sobre él, desesperado, y le abrazó con todas las fuerzas de las que disponía, ignorando el dolor de sus piernas y todo el cansancio que le consumía y le torturaba.
—Hyoga, despierta, por favor —le pidió, pero éste no podía escucharle—. Por favor. Te necesitamos. No nos dejes, por favor —le sinsitió.
            Cerró los ojos con fuerza e intentó contener las lágrimas, pero estas resbalaban por su rostro y por el hielo que cubría a Hyoga hasta terminar cayendo  en el suelo. Sintió entonces, tras los párpados, que una luz mucho más intensa que la que emanaba del corazón de Hyoga les rodeaba en el interior de la pequeña caverna, y abriendo los ojos observó con pánico que alrededor de ellos acababa de brotar un fuego de color rojo y azul que crepitaba como una pared derrumbándose.
            Se abrazó con mucha más fuerza al cuerpo inerte de Hyoga y apretó los dientes con miedo. Apoyó la mejilla iquierda sobre el pecho de Hyoga y rezó con todas sus fuerzas para que el fuego no les quemase.
—Hyoga, te salvaré. No sé cómo, pero te salvaré —le prometió con rabia en sus palabras.
            De pronto, el hielo que cubría el corazón de Hyoga emitió un destello cegador por toda la cueva que se esparció por todo el sueño de Shun, y entonces comenzó a derretirse llevándose consigo el resto del hielo que apresaba el cuerpo de su amigo contra la pared.
            Hyoga estuvo a punto de caerse al suelo, pero Shun consiguió sostenerlo a tiempo. El fuego, tras haberlo descongelado, se fue deshaciendo en el aire de la caverna y Shun pudo sentarse sobre la roca, abrazando a Hyoga entre sus brazos y hundiendo el rostro entre sus cabellos rubios y húmedos.
—Hyoga... dime algo, Hyoga... —murmuró al tiempo que un bostezo le acudía a la boca.
            Miró a Hyoga a los ojos y sintió que el despertar le consumía y le quedaba poco tiempo para regresar a la realidad. Sus ojos se llenaron de nuevo de lágrimas y sosteniendo el cuerpo de su amigo lo le dio la vuelta con suavidad y se acercó a él despacio y con el corazón latiéndole con la velocidad del viento.
            Los labios de ambos se tocaron dulcemente, y Shun notó el hielo de los de hyoga deshaciéndose con el calor de los suyos propios. Entonces, el menor cerró los ojos y le invadió por completo la necesidad de despertar.

Abrió los ojos con estrépito y se incorporó exaltado sobre la cama. Miró alrededor y comprobó que se encontraba en la habitación de Hyoga, y fue recordando poco a poco todo el sueño que acababa de vivir.
            Miró hacia el rubio con todo el temor del mundo reflejado en los ojos y entre la oscuridad de la noche vislumbró la pequeña luz que emanaba del corazón de Hyoga, pero esta se hacía cada vez más pequeña, y el hielo que le había apresado el corazón ya casi se había derretido por completo, y ya ninguna ramita de hielo le cubría el cuerpo.
            Clavó la mirada en él con el corazón a punto de salírsele del pecho y el alivio y la felicidad lo consumió cuando vio cómo el pecho de Hyoga volvía a moverse con normalidad. Alargó una mano para acariciarle la mejilla y no notó en ella el frío del invierno de todo el universo, sino que volvía a ser el tenue frío característico de su amigo.
            Se echó a su lado y le abrazó temiendo que volviese a congelarse, pero entonces notó que Hyoga estiraba un brazo y le correspondía al contacto tratando de decirle algo. Shun se separó un poco de él y le miró con una sonrisa de oreja a oreja mientras los ojos azules de su amigo comenzaban a abrirse después de una larga pesadilla.
—¿Shun? —Murmuró, y el menor asintió con energía.
—Sí, Hyoga, soy yo —le dijo, sonriente—. Vuelves a estar en casa.
—¿Por qué... por qué hace tanto frío? —Le preguntó, intentando incorporarse sobre la cama, pero Shun no le dejó.
            En su lugar, buscó las mantas al fondo de la cama y las echó sobre ellos. Una vez bien tapados, volvió a abrazar a Hyoga para que no se volviera a escapar de la habitación a un lugar al que apenas había conseguido alcanzarle.
—No te vuelvas a ir de mi lado, ¿vale?
—Ni aunque me pagaran —contestó Hyoga.
—Si lo haces, no volveré a ir a buscarte aunque me lo pidas de rodillas —le juró.

—Lo tendré en cuenta —le dijo Hyoga riéndose, y atrayendo el rostro de Shun hacia él, le depositó un suave beso en los labios y le devolvió el abrazo intentando calmar el frío que le había consumido el corazón durante tanto tiempo.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Recuérdame, amor

Uno de los primeros one-shots que escribí, hace ya más de dos años.


   Nunca podré expresar todo lo que sentí por ti. Ahora que estoy en esta fría cama, quiero que lo sepas, aunque te lo haya contado tantas veces...
   ¿Te acuerdas de esa primavera que pasamos juntos? Cada día me regalabas un ramo de flores, y sonreías, y me decías lo mucho que me querías. Ahora las flores están marchitas en mi ventana. Y en vez del calor de la primavera siento el frío del invierno, que me congela, que no me deja moverme.
   ¿Te acuerdas de cuando luchamos en el santuario? Tú me liberaste del hielo que ahora recubre mis huesos sin piedad. Yo te llevé en brazos y lloré por ti. 
   ¿Te acuerdas de la primera vez que te dije que te amaba? Ahora es la última vez que te lo digo, y se me hace tan difícil... las palabras se me congelan en los labios, y yo cada vez me siento más débil.
   ¿Te acuerdas de aquella vez, en el jardín, mirando las ardillas en los árboles? Tenían el pelaje marrón. Ahora se habrá vuelto del color de la nieve.
   Cada vez me cuesta más trabajo hablar.
   ¿Te acuerdas de cuando nos perdimos en el bosque, cuando nos fuimos de acampada? Intentamos atravesar aquel río, que ya no recuerdo cómo se llama, y cogimos un resfriado. Ahora, un resfriado podría acabar conmigo de inmediato.
   ¿Te acuerdas de aquel día mirando la lluvia caer desde tu ventana? Tú no dejabas de sonreír, y decir lo mucho que te gusta la lluvia. Ahora esta lluvia cae sobre el cristal anunciando mi derrota.
   ¿Te acuerdas de cuando éramos niños? Tú siempre te escondías detrás de tu hermano, eras tan inocente... Yo, en cambio, jugaba con todos los niños preguntándome por qué eras tan diferente a todos nosotros. Ahora, mi juego está llegando a su fin, y no es tan agradable como cuando era pequeño.
   ¿Te acuerdas cuando te acariciaba tu cabello verde, tú te acercabas al mío y me decías lo bien que olía? Siempre me fascinó tu cabello. Ahora, todo eso es un triste recuerdo del pasado. Daría mi vida por volver a experimentarlo, pero me temo que no me queda mucho por dar.
   Cada vez hace más frío en esta habitación.
   ¿Te acuerdas cuando fuimos a pescar? Lo único que picaron fueron algas de todos los colores. Volvimos con las manos vacías, pero estar contigo mereció la pena. Ahora, las únicas aguas que veo son de color gris, y las algas me atraen y no me dejan salir a la superficie a respirar.
   ¿Te acuerdas la primera vez que compartimos la cama? Tú estabas muy nervioso, y yo hice todo lo posible para que ese momento fuese mágico. Ahora, compartimos la cama que me separará de ti para siempre.
   Cada vez se me nubla más la vista.
   ¿Te acuerdas de aquella vez que comimos en aquel restaurante de lujo? La comida estaba asquerosa, y nos fuimos arrepentidos, y diciéndonos que la próxima vez comeríamos un bocadillo en el parque. Ahora, todas las comidas que pruebo no me saben a nada.
   ¿Te acuerdas de aquella vez en Siberia? Tú me acompañaste, y nos sentamos juntos a contemplar la aurora boreal. Cuando te lo pedí, me dejaste solo para poder visitar a mi madre. Ahora, mi madre está al otro lado, y me está llamando con su dulce voz.
   Yo no quiero ir. Quiero quedarme contigo, pero es tan tentador...
   Hay una luz, puedo verla. Quizás sea la luz que me dejará vivir. Estoy caminando hacia ella. Cada vez se hace más grande y brillante. Creo que me he equivocado de camino, pero ya no hay marcha atrás. Me atrae hasta ella y no puedo liberarme de su abrazo. 
   Shun, lo único que pido es que no te olvides de todo lo que hemos vivido juntos. Algún día volveremos a encontrarnos, y será tan mágico como lo fue hasta ahora.
   Te quiere, Hyoga.

martes, 24 de marzo de 2015

Rojo amanecer

Tiñendo de rojo el amanecer y despertando las ciegas tempestades de todas las noches al tiempo que se blanden las espadas para la guerra. Temprano es el destino que llega para ellos cuando las luces del alba aún aguardan su tintineo. Blancas las nubes y grises los corazones de aquellos que dañan la noche para conseguir un día.
    Saben que no es el final de los tiempos, mas desean con toda su alma no perder el futuro para sus hijos, por los cuales luchar se convierte en algo cotidiano. Da igual cuántos escudos se quiebren si con las astillas de la vieja madera pueden construir su imperio y proteger lo que más quieren.
    No importa cuan contrario sea el momento de luchar, ni importa los litros de sangre derramada sobre el suelo. La luz del sol reflejada sobre los yelmos y el dulce aroma del viento acariciando la hierba. La tierna tierra bajo sus pies y flamantes gritos de victoria, deseosos de partir de la boca de los hombres y mujeres que luchan por su libertad y la de sus gentes.
    Aciago el mañana, pero merece la pena intentarlo. Aunque los miembros y los cuellos sean cortados, la derrota no se castiga con la muerte del ejército, sino con la muerte del nuevo amanecer, acompañado de negras tempestades y tiñendo de sangre el cielo.

domingo, 15 de marzo de 2015

Still loving you

Time,
it needs time
to win back your love again.
I will be there, I will be there.

                Sé que fui un tonto aquel día en que me dijiste que lo nuestro se había terminado. Sé que hice mal, sé que no tenía que haberte mentido, que me descubrirías, que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo... y mira que me lo han dicho muchas veces, pero mi estúpido yo insistió en engañarte y ahora tengo lo que me merezco.
                Sin embargo, y aunque haya pasado tanto tiempo desde que tus ojos esmeraldas dejaron de mirarme y desde que acaricié por última vez tu suave pelo del color de las hojas de primavera, no ha pasado ni un solo día en el que no haya pensado en una forma para que vuelvas a quererme.
                Únicamente me amaste tú, y únicamente fui yo quien traicionó todo ese amor que me entregaste. No es que lo rechazara, pero fui tan tonto que no supe cuidarlo. En realidad, no sabía cómo amarte. Pero eso ya no importa (¿o sí?), ahora tú no estás conmigo y nunca más lo estarás, porque he roto el hechizo que nos unía y es tan frágil que no se puede reparar.

Love,
only love,
can bring back your love some day?
I will be there, I will be there.

                Aún así sigo soñando contigo todas las noches, pensando que algún día me dejarás penetrar otra vez tu corazón. Y en cierto modo me levanto todas las mañanas con la esperanza de luchar, con la esperanza de reconquistar lo que una vez fue mío: tu amor.
                Es lo único que me queda: soñar. Pero hasta en los momentos más difíciles se han ganado batallas cuando el objetivo era justo y querido con ansia. Así que, ¿por qué no luchar un poco más? ¿Cederían los cimientos que cubren tu corazón si consigo susurrarte al oído que puedes volver a confíar en mí? ¿Serías capaz... de confíar de nuevo en mi mirada?

I'll fight,
baby I'll fight
to win back your love again.
I will be there, I will be there.

                También sé, amor, que el dolor que te hice padecer fue insoportable; que no querías alejarte de mí, pero que sabías que si permanecías a mi lado se agrandaría la brecha de tu corazón. Y es que te quise tanto... pero, ¡cualquiera lo diría! ¿Acaso una persona traicionaría al que más ama sólo por... diversión?
                Pero no quiero que sea el fin. No puedo soportar mirar al cielo sin ti apoyado en mi pecho, susurrándome lo mucho que te gustaban mis ojos azules y mi cabello dorado.
                Sé que el destino lo ha querido así y no puedo negar mi castigo, pero si tan sólo pudieras quitar un solo ladrillo de tu muralla y dejar pasar mi susurro por la rendija... pronunciaría para ti las palabras más bonitas del mundo.

Love,
only love,
can break down the wall someday?
I will be there, I will be there.

                Trata de imaginar que todo puede cambiar. Que podemos volver al principio y empezar de cero. Que puedo curar todas las heridas que te he provocado con solo darte un beso y susurrarte un te quiero.
                Sé que es difícil, como lo es para mí haberte perdido, pero, ¿no dicen siempre que existen las segundas oportunidades? Te juro por mi honor de caballero que todo sería distinto, que no te volvería a engañar por nada en este mundo. Que eres el ser más perfecto que mis ojos tan tenido el valor de observar. Que sin ti no hay cielo ni hay vida, no respiro y mi corazón no late.
                Que te sigo amando como el primer y último día.

If we'd go again
all the way from the start,
I would try to change
the things that killed our love.

                Pero de nuevo volvería a quedarme a un paso de tu corazón, pues bien sé que no me permitirías cruzar el helado muro que me separa de ti, de tu cariño, de tu calor.
                No sé si será tu orgullo o tu miedo hacia mis actos, pero algo te impedirá permitirme viajar otra vez por la comisura de tus labios.
                Es justo. Es mi precio a pagar. De nuevo me reprocho a mí mismo el haberte engañado con otra persona. Y es que un ángel como tú no merece semejante sufrimiento ni aunque cometa algo arrogante. ¿Pero qué soy yo comparado contigo? Nada más que un pobre diablo que se deja llevar por los impulsos.
                Aún así, sabiendo que yo mismo me hago probar de mi propia medicina, no podré dejar de preguntarme si tengo otra oportunidad de hacerte ceder.
                Ni la droga más potente me provocaría más adicción de la que me provocaron tus abrazos.

Your pride has built a wall, so strong
that I can't get through.
Is there really no chance
to start once again?

                Recuerdo todavía el momento en el que te dije que te quería. Y la vez que paseamos juntos por el parque, cojidos de la mano, bajo la atenta mirada de las aves que además nos otorgaban un magnífico espectáculo musical.
                A todos los lugares que te he llevado y todas las veces que me dijiste que me querías.
                Y fui tan ruin y desgraciado que me aproveché de tu humildad y me dejé llevar por mis pasiones más enloquecedoras.
                Aún maldigo el día en que te confesé mis pecados y tú te fuiste de mi lado para estar solo. No me volviste a hablar desde entonces, y así, mi corazón se ha ido resquebrajando poco a poco porque ya no estás. Y sigue latiendo porque aún siente el amor que un día me regalaste y yo hice pedazos.

I'm loving you.

                Me es imposible evitar que mis ojos lloren. Es inhumana la desesperación que albergo tan dentro de mí y no me quiere abandonar como hiciste tú. ¿Es que acaso no puedo dejar de sufrir? ¿Será que algún día lograré olvidarte?
                Por favor, si te tuviera delante, si tan solo estuvieras delante de mí, me pondría de rodillas a tus pies y te suplicaría que volvieses a mi lado y que no te fueras de él nunca más. Que olvidaras todo el daño que te he causado y me perdonases como yo perdonaría tu venganza. Que sin ti no soy nada, que me siento vacío si tus manos no me acarician el pelo.
                Te pido ya sin lágrimas en los ojos que vuelvas a confíar en mí. Mi orgullo está tan tirado por los suelos que no me importaría ni que te rieras de mí si me estuvieras escuchando. Aunque sé que tú nunca harías eso, eres tan humilde que me ayudarías a ponerme en pie y a salir de mi desgracia, pero solo eso. Comprendo que no quieras arriesgarte de nuevo con una persona como yo.

Try,
baby try
to trust in my love again.
I will be there, I will be there.

                Recuerdo la primera vez que pasamos la noche juntos: habíamos visto antes una película de terror y tú casi te quedas dormido mientras yo me atemorizaba con cada escena que salía. No dejaba de preguntarme una y otra vez por qué ni te inmutabas, hasta que me dijiste que era porque cosas peores hemos visto que un asesino en una película.
                Aún así el sueño me había abandonado por completo y no pude hacer más que abrazarte mientras tus ojos se iban cerrando milímetro a milímetro sin dejar de mirarme. Y cuando ya pensé que te habías dormido, acercaste tu boca a mi oído y me susurraste que no te apetecía soñar, que preferías hacer tus sueños realidad.
                Nada más pronunciar aquellas palabras te pusiste colorado de timidez, pero yo te sonreí y comenzamos a besarnos, primero con dulzura y luego con pasión.
                ¿Qué ha pasado con todo aquello? ¿Por qué lo he dejado tirado tan solo por una estúpida lujuria de una hora? Es que acaso... ¿mereció la pena?

Love,
our love,
just shouldn't be thrown away.
I will be there, I will be there.

                Una vez más te vuelvo a pedir que mires atrás y trates de pensar que podemos volver a empezar como si nada de lo que he causado hubiera ocurrido. Es difícil, muy, muy difícil incluso para mí olvidar el daño que te he provocado, pero si juntos nos damos la mano y caminamos de nuevo...

If we'd go again
all the way from the start,
I would try to change
the things that killed our love.

                Sí, te he fallado. ¿Cuántas veces más tengo que gritarlo al aire para que comprendas que no puedo vivir sin ti? Y mi torpe cabeza sigue pensando que puedo dañar tu muro protector y llegarte al corazón para dormir otra vez en él. Soy iluso, pero, ¿acaso no se vive de ilusiones?
                Te suplicaré si es necesario que me des una última oportunidad. Me niego a admitir que este es nuestro final.

Yes, I've hurt your pride, and I know
what you've been through.
You should give me a chance,
this can't be the end.

                Y seguir amándote hasta el último de nuestros días.

I'm still loving you.

lunes, 2 de marzo de 2015

Quisiera volar por el cielo azul

Quisiera volar por el cielo azul y perderme entre tus ojos de hielo por el resto de mi vida, ya que mi corazón no anhela nada ahora mismo que no sea el estar enganchado a ti, a tu voz, a tu mirada, a tu corazón.
                Los minutos se hacen horas y las horas se hacen días mientras no dejo de recrear lo que sería estar contigo. Porque sé que yo te miro de una forma y tú me miras de otra muy distinta. Sé que da igual el tiempo que pase porque nuestras miradas no van a cambiar, por muchas veces que trate de olvidarte el deseo siempre termina por acudir a mí. Pero sé que es un deseo imposible de alcanzar, como si existiese un ratón que soñase con volar y viajar a otros planetas huyendo de la realidad que le espera en las calles de la ciudad o en el campo maltrecho.
                Susurro tu nombre hasta que me quedo sin aliento. Hyoga, suena tan vacío en mis labios, pero dentro de mí palpita con la intensidad de las tormentas y la tristeza de la lluvia que estas traen consigo.
                Tantas veces intenté comprenderte y tantas otras veces me perdí en tu boca mientras me hablabas, pretendiendo parecer como si no me pasase nada, como si después de todo yo no sintiese nada prohibido por ti. Y funciona, porque detrás de toda esa frialdad, nunca llegó a desaparecer el hombre iluso que vive dentro de ti junto con el hombre infantil, el hombre bromista y el hombre serio. No sé cuál de todos ellos me atrae más.
                Ese estúpido pensamiento que desató en mí todos estos sentimientos de los que me gustaría deshacerme. Sí, parecía completamente inocente imaginarnos cogidos de la mano en un arrebato de amistad, o imaginarnos abrazados en la cama en otro de esos arrebatos, mirándonos intensamente a los ojos, como si no hubiese nada más allá fuera. Parecían pensamientos inocentes hasta que empecé a recrearlos una y otra vez, y con cada una de ellas mi corazón latía más deprisa y mis manos temblaban. Y mi cabeza comenzaba a imaginar, entonces, cómo sería si nosotros dos estuviéramos juntos, y la ladeaba fuertemente intentando expulsarlos de mi mente, pero era imposible. Y poco a poco me fui enamorando otra vez de ti.
                Aún después de todo esto, no me atrevía a imaginar cómo sería besarte, incluso me repelía la sola idea. Y llegó el día en que me lo imaginé y me ruboricé, y entonces las alarmas saltaron y mis lágrimas se escaparon de mis ojos. No, no, no puede ser… me repetía continuamente, tengo prohibido enamorarme de ti… y la duda me asaltó y no me dejó dormir. Y entonces llegó otro día más, y comprendí que, en efecto, estaba enamorado de ti. Y quise esquivarte por la mansión, pero siempre apareces con tu encantadora sonrisa y tus ojos azules que tanto me gustan, y me saludas con la calidez del sol, y es cuando yo me derrito y no sé qué decirte. Y con todo esto sigues sin darte cuenta, y hasta me planteo decírtelo en algún momento, pero tengo miedo de estropear toda nuestra amistad por una tontería. Pero es que no puedo sacarte de mi cabeza ni intentándolo con la fuerza de los mares.
                Quisiera volar por el cielo azul y alejarme de ti hasta que mi corazón vuelva a recomponerse como estaba antes. Y quisiera dejar de hablarte tanto por un tiempo, para que el océano de mi cabeza vuelva a estar en calma y dejen de asaltarme las lágrimas a los ojos cuando más feliz parezco estar. Porque el amor es bonito, pero se transforma en sufrimiento cuando sabes que es un amor prohibido, un amor que nunca jamás debería existir. Y hasta te sientes culpable por amar a la persona equivocada, por llamar su atención incluso cuando no la necesitas. Por hablarle y hablarle sabiendo que en el fondo no vas a conseguir nada, ya que la barrera que hay entre los dos es tan poderosa como una galaxia, y ni todos los esfuerzos del universo conseguirían derribarla.
                ¿Y por qué no quiero siquiera intentarlo? La respuesta es tan sencilla que me abruma demasiado. Tú estás ahí para todo, y yo estoy aquí para ti. Conocemos todos nuestros secretos, excepto el que yo te ame, y nos contamos tantas cosas, somos tan sinceros el uno con el otro, que sería imposible estar juntos.
                Quizá lo único que me impide susurrarte una sola palabra de todas las que grita mi corazón sea el miedo. El miedo a perderte. El miedo a que después de decirme que no, se abra entre nosotros una brecha que nos separe por mucho tiempo. Al miedo a que después de decirme que sí, la confianza del pasado acabe con nosotros tan rápido como todo empezó, y la brecha entonces sea aún mayor, como un acantilado que separe dos continentes enteros.
                Quisiera volar por el cielo para alejarme de toda esta tortura. Quisiera no regresar jamás y perderte de vista para no tirarlo todo por la borda.

                Pero lo que más deseo en estos momentos es pasear contigo de la mano y tumbarnos sobre la cama, abrazados, y dormir como si nada nos impidiese ser felices el uno junto al otro, dedicándonos una intensa mirada que lo diga todo sin separar los labios.