martes, 19 de abril de 2016

Sensaciones

Existen palabras que te llenan el alma, pero no por lo que significan, sino por cómo son pronunciadas por los labios que te hacen estremecer. Suaves como la seda, y te dejan sin aliento tal como si llevaras toda una vida esperando para escucharlas. Y son escuchadas, y seguramente olvidadas, pero no es el contenido más que la sensación de tenerlas por fin.
          Hay muchos tipos de sonrisas. Las hay que son tristes y apagadas como la lluvia en la noche. Las hay que son radiantes como el sol y como la luna. Las hay que no significan más que un asentimiento o un vago reproche que no se atreve a ser hablado. También las hay que significan todo pero se esconden tras una cortina de inocencia o vergüenza. Y las hay crueles, llenas de sadismo y venganza. Y las hay que consiguen desplazarte hasta los rincones más alejados del universo, haciéndote flotar en un mar cósmico de penumbra, salpicado por luces de innumerables colores que van y vienen, que surgen de la nada y de los cuales es imposible acostumbrarse.
          ¿Sabías, acaso, que incluso los sonidos más hermosos se ven eclipsados, en la mayoría de los casos y en la mayoría de los lugares, por ruidos que no deseamos escuchar? ¿Cómo explicas, si no, que no estemos acostumbrados al canto de las aves o al susurro de la brisa? Porque siempre nos sorprendemos cuando éstos aparecen, y exclamamos: "¡Shh! ¡Escucha! ¡Está cantando un gorrión!". Porque no es lo habitual. Sin embargo, no comentamos nada sobre aquellos ruidos que nos molestan, porque son algo normal en nuestras vidas, algo que pertenece a nosotros mismos, como si estar acostumbrado al ruido de los coches o al estruendo de las máquinas de obras fuese parte de nuestro alma, cuando lo que más deseamos de todo corazón sería sustituir todo ese alboroto por el jolgorio de los pájaros en primavera. 
          Acariciamos con las manos cualquier superficie lisa. Rodamos por la hierba sobrecogidos por tanta felicidad cuando estamos reunidos íntimamente con nuestro ser. Reímos mientras nos rozan las flores y observamos el cielo tan azul, o salpicado de nubes, o incluso sintiendo resbalar por nuestra piel las gotas de lluvia. Pero siempre sintiendo algo, sea lo que sea. Nos dejamos llevar, y eso nunca debería ser malo. ¿Por qué no reírse cuando se está feliz? ¿Por qué esconder la alegría cuando, dando un paseo, comienza una llovizna que nos hace estremecer? Si quisiéramos contagiar la sonrisa al resto de las personas, bastaría con hacer aparecer ese aura que nos envuelve interiormente en la superficie de nuestro cuerpo. 
           Y hay veces en las que todo lo significa todo. Una palabra pronunciada por los labios que te hacen estremecer, acompañada de una sonrisa que irradie afecto, o alegría, o mil cosas al mismo tiempo. Un abrazo que te arrope. Un canto que envuelva y un universo en cada milímetro de tu piel.

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