No fuiste lo que se dice un
compañero más. Tampoco fuiste lo que se dice un amor más. Y, por desgracia, no
puedo hablar de ti como una persona que me diera más alegrías que tristezas,
pero sí puedo decir que, a pesar de todo, te echo de menos. Todos lo hacemos.
Han
pasado varios años desde que te conocí y fui tu compañera, no solo de clases,
sino también de emociones. Y fueron días muy bonitos para mí, en verdad, aunque
estuviesen por llegar los malos momentos. Yo te veía y sonreía. Y todavía hoy
recuerdo esa mañana en la que corrí por el pasillo hasta tus brazos, y me alzaste y
dimos varias vueltas a pesar de no estar solos allí. No me importaba, y tampoco
a ti.
Pero
se cumple ya un año desde que no estás junto a nosotros. Hoy podrías continuar
estudiando, cumpliendo tus objetivos y expectativas, y yo, si hubiera conocido
todas las cosas que te atormentaban, podría haber estado a tu lado, apoyándote
en vez de huyendo de ti. Pero el destino es cruel y no quiso que fuera así. Y
cada vez que te recuerdo se me revuelve el corazón pensando en lo que pudo
haber sido pero no llegó a ser.
Sí,
confieso que llegué a aborrecerte por todos los malos ratos que me hiciste
pasar, pero todo eso se esfumó hace un año, cuando me di cuenta de lo que de
verdad ocurría. Y ahora cada vez que escucho tu nombre solo puedo sentirme
cohibida, arrebatada de la realidad. Anclada tan solo en lo bonito del pasado,
en ese abrazo y esas vueltas en el aire. En los chistes durante las clases y en
nosotros conteniendo la risa. Porque la nostalgia y la tristeza son más
poderosas en mí que la cólera. Porque no merecías nada de lo que te estaba
sucediendo.
No
te conocía mucho, después de todo, pero me basta con haber sabido de ti, con
recordarte, con hablar de ti aunque me duela.
Nadie
merece sufrir como lo hiciste tú. Nadie merece ser arrebatado de los brazos de
la vida, tan joven, con tantas cosas por hacer y tantas otras por descubrir.
Con tantas sonrisas que arrancar y mostrar al mundo. Y, tristemente, por mucho
que nos duela, sabemos que eso no podrá convertirse en realidad.
Estés
donde estés, solo espero que hayas encontrado un buen lugar para descansar y
dejar el dolor. Estés donde estés, espero que puedas perdonar mis últimas acciones
en base a mi ignorancia.
Así
pasen cientos de años, nunca te podré olvidar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario