Me acerqué al espejo con la
esperanza de encontrar tu rostro pálido al otro lado, en ese universo extraño
que no deja de devolverme imágenes que no logro comprender.
Y
ahí estabas. Con los ojos como escarchas mirándome profundamente, como
pretendiendo romper mi alma en mil pedazos o llevarme contigo al lugar donde no
pasa el tiempo.
Es
una pesadilla y un dulce sueño. Todas las noches lo mismo.
Las
estrellas de mi habitación continúan bailando sus danzas como todas las noches,
ignorando el techo de cristal que no deja de desaparecer. Las musas vienen y
van, me susurran al oído y pretenden, en ocasiones, que les siga por el sendero
de la ventana. Pero yo no quiero, ya se lo dije a todas. No las voy a seguir,
quiero quedarme delante del espejo, contigo. Hasta el final de mis días.
Tu
sonrisa llena mi corazón como nada en el mundo lo hace. Ni siquiera las olas de
mi cama son capaces de mecerme como tú lo haces, tan solo con tu mirada fría.
Y
son tus manos describiendo círculos sobre la superficie del espejo las que me
hechizan y me llevan hacia lugares inexplorados de mi mente. Es como si
acariciasen mi cuerpo, mi cabello, mis mejillas. Todo. Y no paran, ni cuando
desaparece tu imagen, pues perduran en mi recuerdo el resto de la eterna noche.
El
sol hace mucho tiempo que dejó de asomarse por el horizonte. Todo a mi
alrededor está oscuro, salvo los puntos de luz de las paredes invisibles. Y
salvo tu boca. Tus labios. Tus lágrimas, tu piel.
A
veces el cristal se convierte en una cortina de agua por la que me gustaría
pasar, pero tengo miedo. Nunca he cruzado el umbral del universo, y no sé si
cuando lo haga tú continuarás al otro lado. ¿Estás ahí de verdad o es tan solo
la ilusión de mis ojos entristecidos? ¿Me paso el día soñando, incluso cuando
creo que estoy despierto?
Siempre
estás. A veces acompañado, a veces con mi sola presencia. Pero estás. Y
aparecen destellos escarlata a tu alrededor, como si alguien estuviese pagando
las consecuencias de sus actos, gritando de dolor como lo hace mi corazón por
no poder traspasar el espejo. Quizá las estrellas tejan sus hilos de luz en
torno a nosotros, y sean ellas las que no permitan nuestro entrelazamiento.
Pero
me contento con observarte. O eso me repito. Eres un vano fantasma hecho de
reflejos que no existen en mi plano. No eres más que un chico al que anhelo
conocer desde hace ya un tiempo que no recuerdo. Porque ¿cuándo empezamos a
vernos? ¿Cuándo empecé a soñar contigo, a añorarte sin siquiera saber qué eres?
No
puedo tenerte. Tus cabellos rubios… jamás podré mesarlos entre mis manos. Jamás
podrás tú mesar los míos, aunque la sola brisa de la noche sea como tus dedos
en mi piel. Y me contento solo con mirarte, a todas horas, durante todos los
minutos. Si pudiera, sin pestañear. No quiero perderme ni un solo suspiro tuyo.
Y
estabas congelado en el espejo, con tu corazón como único motor de tu alma. Con
los labios entreabiertos y las manos apoyadas contra el cristal. Tu mirada era
de terror, y tu piel estaba más pálida de lo habitual.
—¿Qué te pasa? —Te pregunté, temblando de miedo.
Parecías estar perdido en el
tiempo, como si tu mundo se hubiese detenido para siempre. Solo subía y bajaba
tu pecho con cada inaudible respiración. Tus ojos estaban inspirados por el más
puro terror. ¿Qué viste? ¿Por qué nunca me lo contaste? ¿Por qué desapareciste
de mi vida tan temprano?
Aún te veo hoy en día, pero
sigues congelado. Ya no sonríes, ya no me miras. Tus ojos azules como el hielo
están perdidos en algún punto entre las estrellas de mi habitación, y por mucho
que he tratado de saber qué es lo que miras, no lo he conseguido. Pues todo es
oscuro a mi alrededor, salvo tus ojos, tus cabellos dorados, tus labios, tu
piel…
Y me enamoro de un vano
fantasma. Me seducen tus ojos anclados, tus manos sobre la superficie del espejo
que nunca conseguí ni conseguiré traspasar. Y todo ha detenido su curso. Y
puede que mi corazón se detenga por tanto mirarte. Por añorar tus besos
imaginados y la brisa fingiendo tus manos.
Puede que algún día también mi
tiempo se detenga, y podré ir a buscarte, sea como sea, allá donde estés.
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