Y muestran en decadencia un mundo
perdido, de manuscritos borrados y enterrados por la tierra. Entre piedras
sepultado, entre ruinas carcomidas. Que no ven en sus memorias implantado el
eje de una civilización desconocida.
¿Quién
querría conocerlo? ¿Quién desearía haberlo visto? No son más que palabrerías.
No es más que un tiempo sin raíces, que ciudades destruidas y ardientes
estrellas olvidadas. Resquicios de una vida que pensaba sería eterna, pero que
alcanzó la eternidad tan solo al morir.
Fueron
grandes. Fueron ciertos. Fueron cientos enamorados, sorprendidos por maravillas
que ellos mismos crearon. Sintieron que todo estaba a sus pies, que la
naturaleza no tenía poder para frenarles. Pero qué equivocados estaban.
Sumidos
por el odio renacido, por ansias de control. Invocando las desdichas que ni
ellos conocían, ni sabían que podrían con sus vidas terminar. Apagaron todo el
fuego con fuego, y las llamas consumieron todo lo que habían imaginado.
Hologramas tras sus ojos y cortinas quebradizas bajo un descendiente adinerado.
Compuestas
las canciones de grandeza que no llegaron a escuchar. La atención era pobre
para una persona rica. Tan solo sus oídos se centraban en la gloria. Tan solo
sus manos manejaban las joyas de las más antiguas reinas.
Y
dijeron que no al resto. Que no había problema. Que estaba todo controlado bajo
un mismo lema: “Somos poderosos, no hay de qué temer”. Y sus sonrisas se
apagaron con ojos que les intentaban enternecer.
Pero
sí, solo escuchaban sus canciones, las palabras de los súbitos carecían de
valor. Decían una y otra cosa, y les salía por las orejas. Quizás alguna vez a
uno le entró preocupación, pero no vieron el resto más ecos de buena
reputación.
Y
terminaron así, destrozados por ellos mismos. No abrieron las ventanas a la
verdad del universo. Cegados por un mundo creado por los ciegos. Y olvidados
están ahora tras las puertas del tiempo y el espacio. Algún arqueólogo de otro
lugar descubrirá la avaricia del humano, y verá en sus ojos muertos la
exaltación por lo mundano, por aquello que no estaba más allá de sus manos. Que
no querían remendar los males sino vivir sobre sus sombras.
Pero
quién sabe si algún día esto será revivido, pues quién querría en esta vida
llorar por estragos de un mundo carcomido.
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