Es
el estruendo de las aves de acero sobrevolando nuestras cabezas. Son las prisas
de las gentes intentando huir desesperados de la muerte. Son las miradas que le
dedico al horizonte esperanzadas por ver tus ojos azules y tu cabello tan rubio
viniendo hacia mí por entre los escombros.
Son los rezos y plegarias que se
elevan hacia el cielo y son las preguntas existenciales dedicadas a un dios que
parece no existir. Es el olvido de su Excelencia por personas que corren para
salvarse de las balas que surcan el aire sin apenas ser vistas.
Es la presencia constante de la
oscuridad. Son las miradas desesperadas de todas aquellas personas a las que
conocí y de las que ya no volveré a conocer. Y es, también, la guadaña que nos
persigue insistente por detrás de las espaldas y es mi tentación de volver a
buscarte y llevarte conmigo. Es no querer perderte. Es mi mente rememorando una
y otra vez los momentos más felices que pasamos juntos.
Es el sollozo de las madres y
son sus lágrimas de cristal cayendo sobre los cuerpos inmóviles de sus hijos. Y
es el incesante estruendo de las aves de acero sobre nuestras cabezas y es el
añoro por tus ojos azules.
Son mis ojos esmeralda, como tú
solías llamarlos, escudriñando entre los escombros, buscándote sin encontrarte.
Es el recuerdo de tu mano cogiendo la mía y son, también, tus cálidos labios
sobre mi boca.
Son tus te quiero susurrados en mi oído mientras me abrazas bajo la luz de
las estrellas. Son las historias que me cuentas cuando la noche cae sobre
nuestros hombros como un manto de seda.
Son tus palabras alzando mi
esperanza. Son tus palabras llenas de esperanza y la brisa de un amanecer que
me prometiste traería la felicidad ampliamente anhelada.
Es el estruendo inagotable de
las aves de acero sobre nuestras cabezas y el reflejo de un futuro donde no
puedo ver más que negrura. Son tus brazos extendidos hacia arriba pidiendo sin
palabras que no se acerquen a mí.
Son los pasos apresurados de las
gentes que pretenden huir de un desastroso final y son los pasos de cuero y
goma revolviendo la tierra por la que corremos, y es el arma que lleva cada uno
en sus manos, y son ellas apuntándonos tan amenazantes y es el estruendo de las
aves de acero sobre nuestras cabezas.
Es todo al mismo tiempo.
Y son, incluso, tus palabras
resonantes en mi mente con más poderío que el estruendo que se nos cala ya en
las entrañas. Son las promesas de regreso que escaparon de entre tus labios. Es
tu cuerpo desesperado huyendo de las balas. Es tu cuerpo desesperado cayéndose
al suelo. Son mis lágrimas brillantes resbalando por mis mejillas y luego por
tu rostro apagado. Es el brazo de alguien sacándome de allí. Es alguien
alejándome de ti bajo el estruendo de las aves de acero.
Soy yo tratando de acostumbrarme
al no volverte a ver jamás.
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